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PIDE
«Los
3000… interinos»
25/08/2016 Alfredo Aranda Platero
Vicepresidente del Sindicato PIDE
El hábito, malsano, de perjudicar al más débil
que la Administración, siempre que puede, pone en práctica,
lo volvemos a ver este año con la adjudicación del
colectivo de interinos docentes que se llevó a cabo el 29
de julio. El colectivo de interinos, la mayor parte, ya sabe su
destino para el curso próximo, pero, sin embargo, la incorporación
no se producirá hasta el 9 de septiembre (o el 3 de octubre
en el caso de los programas). Poco importa que meses atrás,
el 27 de mayo, se aprobara el calendario escolar (cuyos pormenores
fueron objeto de negociación) donde quedaba meridianamente
claro que todos los docentes se incorporarían el día
1 de septiembre.
Con esta actitud los responsables máximos de la consejería
demuestran poca aptitud. Todos los docentes, de los que habla la
resolución, son «todos» y de ese «todos»
no se puede quitar al colectivo de interinos, de otra forma la Administración
estaría contraviniendo su propia resolución y, de
paso, discriminando de forma clara, y consciente, a un colectivo
que debe participar desde el principio en las actividades de organización
y planificación. ¿Acaso los profesores de la concertada,
que reciben su sueldo con dinero público, se incorporan el
9 de septiembre? No, ¿verdad? Una prueba más que demuestra
que la Administración tiende a desnortarse con cierta facilidad,
y, con ello, provoca un perjuicio injustificable al sistema público
de enseñanza.
Soy consciente de que la Administración educativa no va a
mover ni un músculo para deshacer este agravio (eso sería
reconocer que se han equivocado y los haría humanos), y dejará
que la polémica se pudra y que el tupido velo del tiempo
cubra con el olvido esta insensata decisión de entorpecer
el inicio del curso.
Los
actuales dirigentes de la Consejería pretenden, o eso dicen,
entronizar la excelencia educativa como piedra angular de su proyecto.
Cosa que también pregonaban los anteriores regentes autonómicos
de lo educativo. Pero todo se queda en palabras, en buenas intenciones.
No dudo que la consejera de Educación y su secretario General,
en sus ensoñaciones románticas, con respecto a la
educación, se entiende, fantaseen con un sistema educativo
perfecto, donde ningún alumno estropee las clases y todos
se esfuercen, donde los profesores se empleen por encima del cien
por cien de sus posibilidades, donde haya recursos ilimitados, donde
siempre perdure la primavera. Pero la realidad es otra, hay mucho
por hacer, queda todo por hacer, y lo que menos necesita el sistema
educativo es la dañina desinversión que con tanta
solemnidad los políticos justifican, en sus declaraciones
a la prensa, con la «jerga política» habitual
que lo mismo vale para explicar un recorte, como para felicitar
la Navidad. Es urgente que los que dirigen el devenir de la educación
en Extremadura bajen de las nubes, y con los pies en la tierra,
empiecen a tomar decisiones de altura, maduras y justas, basadas
en criterios de calidad. La inversión es, en este contexto,
el principio activo que curará los males del sistema.
El hecho de que los interinos, tres mil con la adjudicación
bajo el brazo, no empiecen su actividad el 1 de septiembre es una
prueba más de los derroteros por donde transita la educación
pública: la desinversión, el enemigo número
uno del sistema educativo público. Es incomprensible que,
por una parte, la Consejería haga un esfuerzo (aún
insuficiente) por recuperar, poco a poco, la plantilla que se perdió
con el anterior ejecutivo y, por otra, se evite que el 20% de la
plantilla esté en su centro el primer día de septiembre.
Hay que invertir en educación pública y mantener,
y aumentar, esa inversión en el tiempo. De lo contrario no
avanzaremos, y con sobrevivir tendremos bastante. Porque cada día
que pasa, por falta de interés de la Administración,
la educación pública se consume (por muchos parches
que se le pongan) y se condena a sus principales actores a caer
en el desencanto, tan fértil siempre por estas tierras. Los
docentes que tenemos en Extremadura son buenos, pero eso no es suficiente;
necesitan que la Administración educativa esté a la
altura.
Quiero pensar, y termino ya, que, como decía José
Ortega y Gasset: «La mayor parte de los hombres tiene una
capacidad intelectual muy superior al ejercicio que hacen de ella».
Espero que aquellos que dirigen los designios de la educación
se den cuenta, a tiempo, de que tienen en su mano el futuro de las
próximas generaciones.
HOY