Blog PIDE
«Todos y todas»
La lengua no es sexista, pero sí puede serlo quien habla o quien escucha; ahí, sin duda alguna, es dónde debe centrase todo el esfuerzo.
02/03/2023
Alfredo Aranda Platero, Vicepresidente PIDE.
Todos y todas los maestros y las maestras, deberían colaborar con los padres y las madres de los niños y las niñas; porque, como es sabido, cuando los alumnos y las alumnas advierten que su progenitor y progenitora colaboran estrechamente con los profesores y las profesoras es más fácil el hecho educativo. Asimismo, sería de capital importancia que toda la comunidad educativa participe: maestros y maestras, profesores y profesoras, padres y madres, abuelos y abuelas, hermanos y hermanas, tíos y tías, primos y primas, alcaldes y alcaldesas, concejales y concejalas…, en definitiva, todos los ciudadanos y ciudadanas, porque todos y todas juntos y juntas alcanzaremos más fácilmente los objetivos que nos propongamos.
¿De verdad alguien piensa que destrozar el lenguaje puede ayudar a la causa feminista, que es, o debería ser, la causa de todos? Muchos niños antes de decir su primera palabra ya están siendo educados en conductas alejadas de la igualdad y no por causa del lenguaje, sino de las actitudes; que es donde debería centrarse la educación familiar y escolar:educar las actitudes. Igual da enseñar a un niño a colocar “aes” y “oes” a diestro y siniestro, si lo que ve en su comunidad e, incluso, en su propio hogar son actitudes machistas y diferenciadoras. Un niño que ha crecido en un ambiente donde la igualdad se trate con naturalidad no necesitará forzar el idioma, hasta el ridículo, para completarse como persona íntegra que respete a todos por igual. Intentar matar moscas a cañonazos puede hacer mucho ruido y mucho daño, pero no a las moscas.
Este andar obsesionado con las «aes» y las «oes» (ahora, parece, que también se suman las «ees» o «es», para los más puristas) es ilusorio, artificial y del todo innecesario porque, como dice la RAE, «en español el masculino es el género no marcado»; es decir, «el de sentido más general y de distribución más amplia y el que recupera por defecto cuando no hay morfemas específicos». Además, se altera el principio de economía lingüística porque, en la mayor parte de los contextos (no en todos, por supuesto), no es necesario desdoblar cada palabra en dos géneros para hacerse entender con precisión.
Un discurso plagado de desdoblamiento de género constituye, en sí mismo, la esencia de la estupidez más supina porque es aburrido, farragoso y tedioso por repetitivo. Esta deformación del lenguaje no supone ningún avance en las conquistas sociales; pero, sin embargo, sí que enturbia la belleza de la lengua. ¿Los defensores del desdoblamiento desenfrenado han pensado en esto? ¿Les importa la lengua como expresión artística?
Todos debemos ser feministas, en el sentido de luchar por la igualdad real, y el que no lo sea, tiene un problema. Pero, por favor, la lengua no debería usarse para transmitir la idea ficticia de una igualdad que aún no ha conseguido las cotas necesarias en la vida real.
Para mayor abundamiento en la absurdez más supina, la consejería de educación obliga a los docentes, en nombre del Plan de igualdad, a adaptar los documentos escolares al disparate del lenguaje desdoblado que solo es expresión de una administración más interesada en la cosmética del absurdo que en centrar el interés de la acción en donde está el problema.
La Consejería de Educación tiene profesores, doctores y catedráticos de lengua y literatura que, seguro, estarían encantados de explicar a los responsables de nuestra consejería, de forman didáctica y sencillita, las múltiples razones por la que la lengua no es sexista, que es un instrumento de comunicación que se ha ido conformando por decisiones etimológicas y, si se quiere, históricas, encaminadas a un comunicación fluida cuyo contexto de utilización deshace cualquier duda sobre el significado de sus términos. No se debe confundir género con sexo.
La lengua no es sexista, pero sí puede serlo quien habla o quien escucha; ahí, sin duda alguna, es dónde debe centrase todo el esfuerzo: educación, educación y educación.