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"El horizonte de la coeducación"

08/03/2020 Raúl Fernández Martínez
Delegado del Sindicato PIDE

Romper las dinámicas segregadoras, en las que las relaciones entre hombres y mujeres están condicionadas por la posesión, las falsas expectativas o los derechos adquiridos, es el mayor reto del sistema educativo en el siglo XXI. Así lo acaba de señalar un estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), según el cual no hay aún una sola mujer en el planeta que vaya a conocer la igualdad de género. La escuela, junto con la familia o los medios de comunicación, sigue siendo un espacio de socialización en el que interiorizamos sesgos de género que acaban convirtiéndose en inhibidores de oportunidades que refuerzan los techos de cristal bajo los que somos educados. Todo esto a pesar de que la docencia en los niveles previos a la universidad está impartida mayoritariamente por mujeres o, tal vez, a causa de ello.

La celebración del Día Internacional de la Mujer debería ser, pues, una oportunidad para volver a repensar la coeducación, sobre todo porque nos encontramos a las puertas de una nueva ley educativa, en un contexto en el que la escuela privado-concertada no cesa de ganar terreno bajo la falacia de la libertad de elección de los padres. Uno de los ejes transversales de la nueva ley de educación es, precisamente, la perspectiva de género y la coeducación. La LOMLOE considera, además, que uno de sus grandes retos esaumentar las vocaciones científico-tecnológicas entre las chicas.

Educación, libertad o igualdad son conceptos abstractos susceptibles de múltiples interpretaciones, muchas de ellas tramposas e incoherentes. Recordemos, por ejemplo, que la Declaración de Independencia de los Estados Unidos afirmaba que todos los hombres son iguales y están dotados de derechos inalienables como la libertad. Sorprendentemente, esta afirmación no fue incompatible con la defensa de la esclavitud y de la segregación racial. De la misma manera, hoy conviven maneras muy diferentes (y engañosas) de entender la libertad y la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Tanto es así que la educación religiosa que se imparte en muchas escuelas concertadas está sometida a una autoridad, la episcopal, que tacha de ideología relativista y disolvente de los valores cristianos a la perspectiva de género. Por otro lado, siguen existiendo colegios privados, sostenidos con fondos públicos, que segregan a las personas en función de su sexo en nombre de la libertad y del derecho a la educación.

Muchas de estas incongruencias se deben a que la Constitución Española no es lo suficientemente explícita para denunciar qué proyectos educativos atentan directamente contra los derechos de las mujeres. De hecho, muy pocas Constituciones en el mundo aluden a la necesidad de la coeducación. Sí lo hace, por ejemplo, la de Ecuador de 1988, en su artículo 67.2, que afirma que el Estado promoverá la equidad de género y propiciará la coeducación. Si esto fuera así en nuestra Carta Magna, tendríamos alguna base para denunciar, no ya la financiación pública de ciertos colegios privados, sino incluso su propia existencia. Entretanto, es importante recordar que la escuela pública es la única garantía de que el derecho a la educación se interprete como derecho a la coeducación, ya que solamente desde sus aulas el Estado puede, a través de los docentes, desarrollar medios eficaces para que ninguna práctica o mensaje educativo segregue a las personas en función del sexo. La profesión docente debe interiorizar, al fin, que la perspectiva de género es una exigencia de justicia social, un anhelo de igualdad plena entre seres humanos radicalmente independiente de cualquier interés ideológico o partidista.

Coeducar significa desarrollar las capacidades y sentimientos de las personas para que, al llegar a la edad adulta, no se vean condicionadas por los roles que la sociedad prescribe para cada sexo. Libres de los grilletes del género, las personas podemos decidir qué opciones vitales se ajustan más a nuestros deseos y a nuestras necesidades.Convirtamos este horizonte de igualdad y de emancipación definitiva en una realidad tangible para las generaciones presentes.