En
el año 2018 España se situó a la vanguardia
del feminismo mundial con una movilización sin precedentes
contra la desigualdad de género en todas sus vertientes:
brecha salarial, discriminación y violencias machistas.
Conscientes de que aquel masivo 8-M abría un nuevo período
histórico, numerosas organizaciones sindicales han vuelto
a insistir, con diferente acento, en la importancia de la huelga
y de las movilizaciones, mientras que otras, que no la apoyaron
en 2018, se han sumado al carro del feminismo de la cuarta ola.
El tiempo dirá si se confirma el alcance masivo de este
nuevo período de la lucha feminista; pero no debemos
olvidar que estamos hablando de un movimiento histórico
que se remonta a mediados del XVIII con ilustradas como Olympe
de Gouges o Mary Wollstonecraft.
El
feminismo es hoy un movimiento de masas que interpela a todo
ser humano sensible al sufrimiento ajeno. Segmentos cada vez
más amplios de la población se solidarizan con
el sufrimiento de las mujeres, dado que hemos conseguido identificar
su causa que no es, ni más ni menos, que el mismo tipo
de barbarie contra la que Occidente lleva luchando más
de tres siglos. Hoy nos estremece saber que los padres solían
llevar a sus hijos pequeños a presenciar imágenes
de torturas y ejecuciones públicas. El rechazo de esa
cultura de la violencia sobre los cuerpos, brillantemente descrita
por Foucault en Vigilar y castigar, forma parte también
del rechazo mayoritario a cualquier tipo de violencia contra
el cuerpo femenino.
Esta
toma de conciencia ante el sufrimiento de las mujeres bebió
de las fuentes del Nuevo Testamento y de una sus variantes secularizadas,
el utilitarismo de la Ilustración, que protestaba contra
el sufrimiento innecesario y carente de sentido que se infringía
a los seres humanos. El feminismo, en todas sus variantes, simboliza
el progreso de una civilización que reconoce el rasgo
de humanidad inherente a todas las personas, sin importar el
sexo, la ideología, la clase social, la raza o la orientación
sexual. Forma parte, en definitiva, del respeto a la vida y
a la integridad humana.
Numerosas
fuerzas reaccionarias están intentando convertir al feminismo
en una ideología política. Si a finales del XX
Daniel Bell o Francis Fukuyama sentenciaron el fin de las ideologías,
en la actualidad nos quieren hacer creer que todo es ideológico,
incluida la condena del sufrimiento que experimentan muchas
personas por el hecho de nacer mujeres. La lucha universal contra
todo tipo de barbarie, como la que representa ese machismo que
discrimina y mata, no tiene nada de ideológica, por mucho
que algunos quieran desactivarla subsumiéndola dentro
de la lucha partidista por el poder. El feminismo representa
el movimiento de esa historia viva que avanza rebelándose
contra la injusticia. Todos nosotros, pertenezcamos al sexo
masculino o al femenino, suframos discriminación laboral
o no, estamos llamados, en tanto que seres humanos, a secundar
la huelga del 8 de marzo.