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«Marioneta
Rajoy»
En manos de la troika

04/08/2012 Alfredo Aranda Platero


Cuando Juan Ramón Jiménez llegó a Nueva York
quedó fascinado por la inmensidad de la majestuosa urbe,
y temió que el mundo estuviera creciendo a lo largo y a
lo ancho, pero no por dentro. Ese temor que tenía J.R.
Jiménez es hoy una realidad que terminará siendo
inmutable. La pérdida de valores sociales se ha instaurado
de forma parasitaria en la sociedad y a todos los niveles, y,
si no lo evitamos, llegará a formar parte de nuestro mismísimo
código genético.


Los políticos (no todos) utilizan la mentira como estrategia
política; son un buen ejemplo de falta de valores. Aquéllos
negaban, una y otra vez, que hubiera crisis; éstos, niegan
que los 100.000 millones que Europa pone en los bancos españoles
sea rescate. Lo de Bankia era poco –decían–;
primero, 3000 y pico millones, después 7000, más
tarde 15.000, ahora parece que son 23.000… Se deduce, de
esta malsana afición a la mentira, que si dicen que no
es rescate será, con toda probabilidad, un recatazo; y
si aseguran que no vendrá acompañado de condiciones
al gobierno, seguro que éstas serán leoninas. Es
como el cuento de Pedro y lobo, nos han mentido tantas veces que
creerles ahora es un ejercicio de ingenuidad.

Tras
el recate estaremos sometidos a la troika que controlará
la reestructuración de la banca española, e irán
exigiendo las condiciones necesarias para que todo salga según
sus prescripciones. Si los bancos no pudieran devolver el dinero,
lo devolvería España, es decir, los españoles.
Nada ha cambiado desde la época feudal; si el gobierno,
cualquiera que sea, necesita más dinero, lo buscará
en casa de los pobres a través de todo tipo de impuestos.
Por tanto que no teman los ricos, que los pobres están
al quite y serán los paganos de los desmanes de los bancos,
de los defraudadores amnistiados, del exceso de políticos,
de la duplicidad de servicios, de los puestos de libre designación,
de las caras excentricidades de aeropuertos cerrados y de todo
tipo utilización fraudulenta del dinero público.

Se
ceban, especialmente, con funcionarios y pensionistas. A los primeros
le suben la jornada laboral y le quitan una paga extraordinaria,
además del 5 % del sueldo que ya tenían detraído
de sus nóminas (y de las diecisiete congelaciones de sueldo
sufridas hasta hoy); a los segundos les hacen pagar los medicamentos,
amén de la reducción de ingresos que la subida del
IRPF ha provocado para todos. Los docentes interinos pierden la
paga del verano y sus posibilidades de trabajo se ven profundamente
comprometidas.

Y para terminar de arreglarlo, Rajoy anuncia la subida del IVA
al 21% con lo que pretende compensar la afición española
de vender y comprar “en negro”. Lo que provocará
será el cierre de negocios y, por tanto, subirá
aún más el paro mientras que el subsidio de desempleo
baja y tiende a desaparecer.

El
empobrecer a la clase media española y salvaguardar los
privilegios de los culpables de habernos traído a esta
orilla de podredumbre, nos encamina al desastre. Los especuladores
están detrás de la crisis mundial y española,
como lo estuvieron en el crac de Wall Street. Por aquel entonces
los ricos se enriquecían más y los pobres alcanzaban
cotas máximas de pobreza; la inflación monetaria
evolucionaba frenéticamente; proliferaban, como setas,
pequeños bancos y cajas que dependían de la especulación
bursátil contribuyendo al alza de los valores; el descontrol
de los bancos por parte del Estado estaba a la orden del día
y el convencimiento general de que el sistema funcionaba era la
puntilla que faltaba. Todo eso, y más, sucedió en
el desplome de la bolsa de Wall Street y parece un calco de lo
que pasa en Europa y, especialmente, en España, que además
tiene que sumar la vergüenza de la especulación inmobiliaria
de la que son cómplices especuladores de todo pelaje: macro-constructores,
banqueros y políticos consentidores especialmente.

Si
la educación es el motor de la economía y el principal
activo de España es el capital humano (porque no tenemos
otro), sólo un ignorante o un “malnacido” puede
dañarla quitándole recursos, masificando sus aulas,
mal pagado y desprestigiando a sus docentes… Sólo
con la formación de los ciudadanos podemos cambiar nuestro
destino y pasar de ser, por ejemplo, la mano de obra que construye
los coches que inventan los alemanes a convertirnos en los inventores;
básicamente porque el que construye sólo tiene un
beneficio reducido, pero el que inventa tiene el beneficio de
todo lo que se construye en el mundo bajo su patente. Hay que
se una “tontez” recalcitrante para no darse cuenta.


Y encima, por si fuera poco, nos quieren hacer creer que hemos
vivido por encima de nuestras posibilidades y que eso ha provocado
el desastre. Pagamos con nuestra pobreza los desmanes de los especuladores
y declaran al ciudadano culpable. ¡Con dos cojones!

Periódico
HOY