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«8
de marzo de 2020»


04/04/2019 Alfredo Aranda Platero
Vicepresidente del Sindicato PIDE

Si
el pasado 8 de marzo de 2019 se movieron 6 millones de personas
por la igualdad, el 8 de marzo de 2020 la movilización
será aún mayor; porque vindicar el derecho de
las mujeres a ser iguales es una obligación que no debemos
descuidar ni por un momento; lo contrario sería dar pábulo
a aquellos que defienden una sociedad «viejuna»
que trata a las mujeres como sirvientas.

Cuando no pocos justifican la razón por
la que no apoyaron la huelga del 8 de marzo desligándose,
por tanto, de las reivindicaciones que latían con una
fuerza imparable en todos aquellos, que somos mayoría,
que sí nos pusimos del lado de las mujeres; cuando, una
vez más, los sindicatos de clase intentaron minimizar
el impacto de la huelga con convocatorias de solo 2 horas de
paro paralelas a las originales de 24; cuando escucho a dirigentes
políticos con ínfulas presidenciales decir que
no secundaron la huelga por estar politizada, y lo hacen en
un escenario preelectoral secundado a sus espaldas por un nutrido
grupo de mujeres del partido haciendo gestos de asentimiento
con una actitud cortesana. Cuando todo eso pasa tengo la certeza
de que el machismo congénito, con el que algunos, y también
algunas, conviven, evidencia que queda demasiado por hacer todavía
para bajar la guardia.

La igualdad ya no tiene vuelta atrás,
por mucho que se resistan los nostálgicos del patriarcado.
La sociedad moderna, para ser sociedad y para ser moderna, se
tiene que asentar en una igualdad real donde la discriminación
esté tipificada en el código penal.

A la sociedad española le está
costando mucho salir del pozo de la discriminación; a
los españoles le inyectaron en vena el germen del nacionalcatolicismo
que vertebró la dictadura franquista y que tanto daño
hizo a la sociedad entera, mandando a las mujeres a casa con
la pata quebrada y sujetas a la voluntad de los maridos para
siempre.

El 8 de marzo de 2019 ha sido, como lo fue el
de 2018, una bocanada de aire fresco, una demostración
de que la mayoría de la sociedad quiere alejarse del
rancio legado de los tiempos oscuros y abrazar un mundo nuevo
donde cualquier tipo de discriminación este abolida y
solo forme parte de los libros de historia.

En la educación empieza todo, en casa
y en la escuela. La educación mata el germen de la ignorancia
que está en la base del problema; actitudes erróneas
transmitidas de generación en generación, propagadas
como una enfermedad infecciosa, que se asientan en la sociedad
por el peso de la costumbre.

La sociedad debe ponerse frente al espejo y
ver sus errores, e intentar emanciparse de ellos para crecer
libre de las doctrinas que corrompen la natural inclinación
del ser humano a la equidad: un niño, libre de doctrinas
calculadas, no odia, no discrimina, no margina, no excluye,
no segrega… eso viene después, cuando asume de
la sociedad y de la familia, por contagio, las conductas que
lo alejan de su primigenia esencia.

Sabemos qué hacer para trabajar por la
igualdad desde casa y desde la escuela, lo que no le quita ni
un ápice de dificultad pero allana el camino, centra
el objetivo, que no es poca cosa, para afrontar el reto de llegar
a una sociedad libre de discriminación. Seguimos.