ESTAMOS
ante un hecho de incontrovertible gravedad: los interinos de
educación del Estado han sido agraviados comparativamente,
por su diferente tratamiento con los interinos de sanidad, sin
que nadie, ni sindicatos, ni administración, haga nada
para parar esta bárbara discriminación. Primero
fue sanidad, después justicia, ahora estudian hacer fijos
a los interinos no docentes de educación…; el agravio
adquiere dimensiones insultantes. Este tratamiento de menosprecio
de los interinos de educación debe responder a algún
tipo de beneficio para los gerifaltes del sistema, de otra manera
no se entiende esta permanente obsesión de reducir a
la mínima expresión el colectivo de interinos.
El docente interino que consiga la plaza no será por
su experiencia, ni aún por su valía, sino porque
su memoria mida más que la del compañero (las
horas de aula no parecen relevantes). Necesitamos ‘un orden
moral del mundo’ que los actuales dirigentes no son capaces
de imbuir a su política pervertida. En este marco de
difícil digestión serían los sindicatos
los que vinieran a dignificar al hombre, pero no es el caso,
los sindicatos, cuando menos los de educación, están
mediatizados por los poderes que les dan de comer; son, en realidad,
un cinturón de protección para la administración.
El lenguaje de los interinos y de las administraciones educativas
pertenecen a diferentes categorías; nuestro lenguaje
pertenece a la realidad cotidiana y a la moral que nace de la
lógica, el lenguaje de la administración pertenece,
sin duda, a la desnaturalización, al presupuesto y al
análisis parcial de los acontecimientos.