Con
la celebración del 1º de mayo, asistimos a un capítulo
más del desencuentro entre dos pesos pesados del panorama
sindical, polémica estéril que no beneficia a
nadie, en la que parece olvidarse que la única función
de los sindicatos es defender a los trabajadores y olvidarse
todo lo demás.
El
distanciamiento se inició tras un lamentable incidente
entre delegados sindicales en las elecciones en Zafra y el comunicado
por parte de CC.OO. en rueda de prensa el 7 de marzo de suspender
los actos públicos con UGT.
Con
la costumbre actual de etiquetarlo todo con eufemismos, una
pelea de chiquillos se convierte en “acto racial”
si uno de ellos pertenece a una minoría étnica;
las diferencias personales entre trabajadores pueden acabar
tildándose de “acoso laboral” o, como en
el caso que nos ocupa, una disputa entre delegados, si son de
distinto sexo, se acerca peligrosamente a “violencia de
género”. En Extremadura, a dos pasos de conocer
a alguien, este tipo de conflictos se llega a parecer a una
discusión de patio de vecinos.
Este
distanciamiento, aireado además en los medios de comunicación,
flaco favor le hace al mundo sindical, bastante denostado ya
por el individualismo de nuestro tiempo, la escasa afiliación,
la baja participación y la desconfianza de las bases
en las cúpulas sindicales. En este marco, los sindicatos
alternativos, minoritarios o no tradicionales ( a los que los
pesos pesados niegan casi el derecho a existir) resultan también
perjudicados sin tener nada que ver, pues al final se nos mete
a todos en el mismo saco, a pesar de que defiendan otro tipo
de sindicalismo. Esta vez le ha tocado a UGT, pero no sabemos
quién será el próximo y, puesto que se
van acercando las próximas elecciones sindicales, “ponemos
las barbas a remojar”.
Mientras
tanto, empresarios y administración se van relajando.
Los sindicatos tradicionales se entretienen en alimentar viejas
diferencias y la reivindicación y la negociación
se dejan aparcadas, destinando esfuerzos a tareas inútiles.
Según unos, ni beneficia, ni perjudica a nadie; según
otros, no es bueno para los sindicatos ni para los trabajadores.
En mi opinión, si los dirigentes están desunidos,
los trabajadores están desunidos. Mejor sería
para todos un ejemplo de “resolución pacífica
del conflicto” y superación del individualismo,
dejando los esfuerzos para regar la hierba.