Lo que hemos vivido estos años de pandemia no ha sido ficción, ha sido muy real; la muerte que ha traído consigo es testigo del tamaño de la catástrofe. En toda esta trama casi todos los ciudadanos se han convertido en personajes principales: sanitarios, docentes, camioneros, agricultores, ganaderos… Cada cual cumpliendo con el mandato de su responsabilidad. Toda la ciudadanía, en general, ha remado a favor de obra. Sin embargo, en esta película, hemos tenido también los antagonistas, pocos si los comparamos con el resto, que han decidido hacer de la irresponsabilidad su modus operandi. Por una parte, los antivacunas y sus teorías de la conspiración; por otra, los comisionistas que han utilizado la pandemia y, seguro que ahora la guerra en Ucrania, para hacerse de oro. No hay acto más abyecto que sacar beneficio de una situación tan pavorosa como la que hemos vivido y seguimos, del alguna manera, viviendo. No está en mi ánimo hacer una lista de nombres de comisionistas jetas y de quien los ampara. Algunos conocemos porque los pillaron y sus actos tuvieron difusión mediática; otros, habrán pasado desapercibidos.
Mientras todo esto ocurría los políticos se peleaban para sacar tajada de la catástrofe. Se lanzaban unos a otros, como muñecos de trapo, a los ancianos fallecidos por abandono en las residencias, particularmente doloroso lo ocurrido con los ancianos aislados en la residencias de la comunidad madrileña por el número de ancianos afectados, más de 7000 mil muertos. Finalmente, después de negarlo hasta la saciedad, la presidenta de la comunidad madrileña reconoció que era ella la responsable de las residencias. Saldrá indemne de la justicia humana, de eso no tengo duda; pero de la divina de su Dios seguro que no.
El sumun de la codicia lo hemos podido ver en determinados personajes con macronegocios de distribución alimentaria, aprovechando la situación para subir los precios de forma brutal y quedar en nada la baja del IVA que el gobierno implementó a principios de enero de 2023. En vez de arrimar el hombro y colaborar para sortear la situación a la que nos ha llevado la pandemia y la guerra de Ucrania, hacen negocio con la necesidad y la miseria. Esa ansia por ganar dinero a toda costa lleva a determinadas macroempresas de diversos sectores a empobrecer más a la sociedad de la que forman parte. Pagan precios bajos a los productores (que a duras penas sobreviven) para ellos después vender los productos a precios de usura. Esta actitud es igual de insolidaria y ruin que la de los comisionistas que se aprovechan de la desgracia humana. También los bancos, las compañías eléctricas, las energéticas…, han incrementado sus beneficios mientras la gente sufría, y sigue sufriendo, los efectos de la pandemia y de la guerra en Ucrania. Pero todos ellos están tranquilos, porque el domingo irán a misa a pedir perdón por sus pecados y recibirán la absolución de su sacerdote de cabecera.