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«Los
funcionarios no lloran»

Diario de un instituto.
El
dilema.

El profesor Cuyami hace un retrato del estado de la educación
a través de la confesión de su hastío. Alumnos,
compañeros profesores, políticos y padres pasan
por esta galería del desencanto

08/04/2008

Estoy cansado
de escucharle a los compañeros: «Fulanito a mí
me trabaja». Estoy cansado de que no me hagan caso los alumnos,
ni nadie. Estoy cansado de los dolores de garganta. Estoy cansado
de escuchar que los profesores no trabajamos. Estoy cansado de
que mi director tenga un horario donde no existen ta mitad de
sus horas. Estoy cansado de que siempre que escucho «don»
sea con ironía. Estoy cansado de los consejos de muchos
pedagogos, que no han entrado en un aula jamás. Estoy cansado
de que los políticos se apunten tantos que no mete nadie,
pero que si alguien los metiera, seríamos nosotros. Estoy
cansado de solucionar robos de lapiceros y estuches. Estoy cansado
de temer por la chapa de mi coche. Estoy cansado de planes absurdos
como el proyecto de calidad, las ecoescuelas, los espacios de
paz y todas esas sandeces que no arreglan nada. Estoy cansado
de rellenar partes que no sirven y de que se critique Educación
para la Ciudadanía habiendo quinientas cosas que están
peor. Estoy cansado de pedirle a los alumnos que abran el libro.
Estoy cansado de escuchar cómo me faltan al respeto. Estoy
cansado de leer noticias de agresiones a docentes, sin que nadie
haga nada. Estoy cansado de tener que coger el coche cada maña-na
y de conducir para llegar a mi puesto de trabajo. «Estoy
cansado de que no me hagan caso los alumnos. Estoy cansado de
los dolores de garganta» mientras muchos impostores aducen
una comisión de servicio por enfermedades que no existen.

Estoy cansado de la falta de medios, de las clases de más
de treinta alumnos y de sentir que nadie me escucha mientras hablo.
Estoy cansado de regañar a los hijos, de regañar
a los padres y de que los segundos compren motos a los primeros
para celebrar que los he suspendido. Estoy cansado de ver alumnos
promocionar, sin aprobar ni el recreo. Estoy cansado de poner
notas que no sirven de nada. Estoy cansado de corregir gratis
pruebas extraordinarias que se inventa la Junta para engañar
a la gente. Estoy cansado de perseguir a los camellos, de buscar
droga en las mochilas, de descubrir a niñas embarazadas,
de hacer de psicólogo, asistente social, estetícista
y hombre de la limpieza. Estoy cansado de ver papeles por el suelo,
de escuchar gritos en los cambios de clase, de la Ley del Menor,
de las Leyes de Murphy, de ser mirado como un traidor por los
alumnos y un mercenario por los padres. Estoy cansado de las promesas
de la Junta, de los sindicatos, de las propuestas de los sindicatos,
de las propuestas que nunca llegan a nada, de los aumentos de
sueldo que nos «proponen», de asistir al Centro por
la tarde para perder mi tiempo, de los cursos del CNICE, de los
cenizos cursos del CEP. de «Estoy cansado de la falta de
medios y de las clases de más treinta alumnos» preparar
actividades que los alumnos no aprecian, del lenguaje no sexista,
los membretes de la Junta sobre cualquier cosa, los accidentes,
las bibliotecas sin libros y los centros TIC sin demasiados ordenadores
y con demasiados tics.
Estoy cansado de los inspectores. Sí, estoy cansado de
los inspectores. Estoy cansado de que todo el mundo le eche la
culpa de todo a la educación, de que las familias se desmoronen,
de llegar a punto del colapso a casa, de las ganas de matar a
alguien, de no poder castrar químicamente a los futuros
violadores que acosan ya a ciertas alumnas, de los padres que
fuman porros delante de sus hijos, de los políticos, de
todos los políticos, de absolutamente todos los políticos,
de las leyes de Educación, reformas, contrarreformas, análisis
e informes infumables. Estoy cansado de pasar frío en invierno,
de pasar calor en verano, de la falta de corporativismo, de no
ser ni tener autoridad, de que lo rompan todo, de no poder dar
clases, de que los contenidos sean una anécdota porque
son secundarios en Secundaria, de pedir perdón por explicar
a última hora, de las programaciones y unidades didácticas,
de colocar unos en vez de ceros, de ver cómo todos se cruzan
de brazos, de sentir miedo, de ser engañado, de sentirme
solo, de saberme sembrador en el desierto, de tantas mentiras,
hipocresía, falta de educación en Educación,
blasfemias, políticas e ira.
Estoy cansado. Pero lo sé: son solo gajes del oficio. Los
funcionarios no lloran, pero sí pagan impuestos.

* Profesor
Cayumi.

El
Mundo